Nací en Ingeniero Maschwitz, un pueblo que ahora esta a sólo media hora de la Ciudad de Buenos Aires pero en esos tiempos estaba mucho más lejos.
Soy la mas chica de tres hermanos.
Mis padres se ocuparon de llenarme de amor y de risas (y por suerte lo siguen haciendo)
Mi infancia transcurrió jugando a la maestra (por lo que perdí a una prima a la que torturaba haciéndola mi alumna), a la mancha y a las escondidas. Preparando el pasto y el agua a los reyes magos y leyendo cuentos de hadas.
Jugando con mis hermanos en la vereda, y con mi amiga Betina, infaltable recuerdo de mi primera amistad con mayúsculas.
Cuando crecí, hice las cosas que generalmente hacen las personas. Estudié, me recibí de Profesora de Jardín de Infantes, me casé, tuve hijos, trabajo y cuando quise pensar en la ultima vez que había jugado no me acordaba a qué.
Entonces mi necesidad de jugar se fue volviendo cuento y empecé a inventar historias para entretener a mis hijos, a mis sobrinos, a mis alumnos, pero sobre todo para entretenerme a mi misma y alejarme de la seriedad de los grandes, aburrida y melancólica.
Así fue que durante muchísimos años trabajé de día para escribir de noche, cuando Florencia y Federico ya estaban en la cama (que no es lo mismo que estar dormidos porque a cada rato llamaban ¡Mamá! Como todos los chicos a los que no les gusta ir a dormir)
Así, en una vieja maquina de escribir, acorde a mi presupuesto, escribí Mi amor esta verde que es la historia de una mujer que se enamora de un dragón. y la escribí en ese momento porque me estaba enamorando de un dragón que trabajaba en una obra de títeres en la que yo misma actuaba.
Y con ese cuento gané el primer concurso y la primera publicación, además del dragón con el cual formalizamos pareja y desde ese tiempo compartimos la vida y muchas otras cosas.
Después vinieron otros cuentos y otros premios y otras ideas que casi siempre vienen de las cosas que me van pasando, de mis hijos, de recuerdos, de la cosas buenas o malas que suceden en la vida. Convertirlas en historias me sigue manteniendo entretenida.
En Cartas a un gnomo, en Un incendio desastroso, en La Familia López encuentro a algunos seres queridos, dando vueltas aunque a veces ni ellos lo sospechan.
Fui maestra y en la escuela encontré amigas que conservo y también muchas historias que querían ser cuento, como las de Cuentos para salir al recreo.
Y tantos años pasé en el jardín de infantes, como maestra o como coordinadora que los chicos me fueron dictando historias que se transformaron en la Colección de Lucia y Nicolas, en Un Gran resfrío, en Un mar muy Mojado, en Los dientes del Yacaré o en Bambá que es un libro de cuentos y actividades para sala de 5.
Y seguía escribiendo...
Y como mis hijos fueron creciendo mis historias también lo hicieron como “El caballo alado” que es un libro para chicos no tan chicos.
Lastima que estaba muerto fue mi primera novela para adolescentes y en este 2006 tiene compañía con “EL (h)ijo la libertad” ambas en la colección Zona Libre de Editorial Norma.
También el diario me da ideas para cuentos y “Lluvia de plata y otras noticias” es un libro en el que el diario se volvió libro para guardar noticias, que coleccioné durante años y en las cuales, la realidad supera la ficción.
Con Héctor (el dragón claro) escribimos “EL origen del fuego” y Mantantirulirula, juegos del ayer, libros en los que hemos combinado su trabajo de historiador con el mío de escritora. Pero como no nos alcanzaba con compartir estos hijos de papel hemos traído al mundo a nuestro Mateo que en lugar de traer un pan bajo el brazo, como generalmente traen los bebés ha venido con más y más ideas para cuentos que pronto estarán en una colección que llevará su nombre.
Ahora vivo en el barrio porteño de Agronomía con Mateo y Héctor y recibiendo de visita a mis hijos grandes. También con Puki, un cachorro que me vuelve loca.
Y sigo escribiendo, en los últimos años escribí mi primera serie de novelas (porque antes terminaba una y empezaba otra distinta)
Días de playa, Días de campo y Días de pesca con las aventuras de Fernán, un niño que se parece a Mateo pero también se parece a la niña que yo fui: distraída, exagerada y movediza.
Quiero ser Pérez y los Osonejos, y Tomás está con Sueño y El príncipe caprichoso y ¿Jugamos? Y tantos libros más….
Todos tienen una historia escondida que cuenta cómo se me ocurrieron pero si les cuento todo eso voy a tardar tanto tiempo que no voy a escribir más libros.
Y si. Sin infancia, sin hijos, sin Héctor, sin mis sobrinos y mis alumnos de tantos años, sin perro, yo no hubiera escrito ni una página.
¿Tendré que compartir mis derechos de autor?
Por las dudas mantengan mi secreto...
Y ahora los dejo porque Mateo llama ¡Mamá! porque no quiere dormir...
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